Ayer, por cuestiones de emergencia al hallarnos lejos de casa, pasamos a comprar a una Bodega Aurrera, uno de tantos hipermercados existentes cuya peculiaridad es que está dirigido a un público de escaso ingreso económico. Resulta triste ver la baja calidad de los productos, pero más triste aún constatar que los precios son mas elevados que los que se marcan en Superama, un autoservicio de la misma cadena, Walmart, enfocado en la clase media y media-alta donde se consiguen delicatessen y productos de importación de muy buena calidad.
Ir a la sección de frutas y verduras y comprobar que los precios se marcan por pieza, y que si se suma el costo el kilo sale más caro que por casa es indignante. La fruta y carne le salen al pobre casi al doble de lo que nos salen a los de clase media. Se le venden por pieza, si son productos de consumo cotidiano o de tamaño regular como la cebolla, el pollo, la pera, etc. En cambio, los productos que se venden por kilo son de tamaño ridículo. ¿Un melón de 10 cms de diámetro? ¿Plátanos a $20 el kilo cuando en la Narvarte, la Del Valle y anexos se encuentra a $16 como mucho? Pero eso sí, "Doña Lucha" -mascota de las famosas bodegas- "sigue en lucha contra los precios altos".
Y no hablemos de esas tiendas de electrodomésticos como Coppel, Famsa, Elektra y anexos, donde se compra todo "con pagos chiquitos" para pagar muchito. Que si se hace cuenta de lo que se incrementa el precio por pagos semanales, se acaba pagando casi el doble de lo que salía el producto que, dicho sea de paso, muchas veces está mucho mas barato en sitios como Liverpool o El Palacio de Hierro. Por no hablar de que el deudor de las susodichas tiendas de paguitos muchas veces ha de tomar transporta público cada semana para ir a depositar su cuota, con lo cual su gasto se expande. Pero claro, los almacenes de lujo no les extienden crédito a los usuarios de estos hijos de aboneros.
Lo dicho. ¡Qué jodido es ser pobre!