Dice el dicho que el que busca encuentra, y a veces es mejor no encontrar. Ya se sabe, las lejanas amistades se localizan gracias a las nuevas tecnologías y, siguiendo aquello de los seis grados de separación acaba uno encontrando a gente hace mucho olvidada. O no.
Ya se sabe cómo pasan estas cosas: Fulanita, tras una separación amorosa, siente nostalgia de las viejas amistades y se da a la tarea de buscarlas en facebook y mandarles invitaciones a todos aquellos que alguna vez compartieron momentos agradables con ella. Un día recibes la invitación y en un momento de debilidad la aceptas, de ahí en adelante puedes prepararte para ser bombardeada día sí, día también por todos aquellos nostálgicos que no saben muy bien por qué quieren contactarte, pero que al husmear un poco en su perfil descubres que no tienes nada en común con ellos, salvo un espacio temporal hace mucho tiempo olvidado. Es más, de algunos no tienes ni idea quienes eran, ni por nombre, ni por apodo, ni si se sentaban a tu lado o perdidos en el anonimato de la dimensión desconocida.
Como sea, que por curiosidad te pones a ver sus amistades y de repente aparece un nombre que te hace eco en todas las neuronas. ESE nombre. Corres a curiosear el perfil del adonis en cuestión, aquel que ocupaba tus románticas fantasías infantiles de manita sudada. Ves la primera foto y un extraño más parecido al retrato enmascarado del Unabomber te recibe. Todas las fotos impiden ver detalle alguno, ¿Tanta belleza debe ocultarse para no impactar a ocasionales visitantes? Nada de eso. El adonis de tu lejana infancia se ha transformado, con el correr de los años y las hormonas en el jorobado de Notre Dame. Príncipe venido a sapo. Bello sin redimirse atrapado en Bestia. El chupacabras o un Alushe. ¡Qué miedoooo!
Pero, según comentan los amigos, es cosa normal. A hombres y mujeres ha sucedido. La chica sexy de la escuela, aquella que alborotaba la hormona de todos a su paso, al cabo de unos años se ha convertido en matrona madura mientras sus menos agraciadas compañeras aún se ven jóvenes y animadas. ¿Qué pasa? ¿Venganza de los dioses? ¿Vudú? ¿Usurpación de identidad? ¿O simple maldición gitana? Vaya usted a saber, la cosa es que tras una ojeada a algunos perfiles acabamos sospechando que nos hacían falta lentes de forma desesperada. ¡Cómo engaña la memoria! ¡Cuántos sueños destrozados!
Porque, como bien dicen por ahí: A los 20 tenemos el cuerpo que la naturaleza nos regaló, a los 40 el que nos hemos ganado -o ido comprando, si tienes para hojalatería y pintura-. Así que, si no estamos preparados para enfrentar nuestras lejanas fantasías con la dura realidad, mejor no ponernos a curiosear, que el que busca encuentra y lo que encuentres puede ser un desengaño monumental.