lunes, febrero 08, 2010

La tiranía de la belleza

Leyendo los diarios en línea me encuentro una noticia sobre Christina Aguilera, mujer de hermosa voz e imagen altamente plastificada, que llama mi atención por la cabecera, pues muestra un par de fotos comparativas bastante contrastantes; una de ellas la foto supersofisticada con los labios rojos que la caracterizan, la otra foto, poco favorecedora, sale con poco maquillaje por los requerimientos de una película que está realizando. Hasta ahí nada tiene de extraordinario, si no fuese porque me dió por mirar los foros admitidos bajo la nota y empezar a admirarme ante las muestras de envidia, rencor, burla y anexos de los comentaristas anónimos. ¡Cuánto rencor y cuánta rabia! ¡Cuánta frustración por no ser poseedores de la perfección idealizada! Perfección que, por otro lado, sólo es posible gracias al retoque del maquillaje y el photoshop.

Y vuela la memoria hacia una vieja película protagonizada por una entonces joven y alocada Angelina Jolie, encarnando a otra joven y alocada personalidad del mundo de la moda: Gia. ¿Gia qué? No tengo idea. Nunca me interesó lo suficiente la película para ponerme a investigar sobre la desafortunada chica hermosa que tiró su vida por el caño. Recuerdo, eso sí, la parte en la cual es ingresada a un centro de rehabilitación para tratar de retirarla del vicio de la heroína, y ahí la encara una chica también adicta que comenzó con las drogas para paliar su frustración de no ser tan bella como Gia. La increpación que la chica le hace podría resumirse en lo siguiente: "Me drogaba porque no podía verme como tú, porque nadie fue capaz de decirme que eso no era real, y ni siquiera tú puedes verte en la vida real como te ves en las portadas."

Cuesta abstraerse del constante bombardeo de la imagen de la mujer prefecta, de las mmiles de portadas de revistas, de anuncios que nos persiguen y nos recuerdan que hay que tener un cutis de porcelana, lábios suculentos, cintura de avispa, piernas kilométricas, cabelleras sedosas, miradas felinas, etc., etc., etc. El impacto en las jóvenes y no tanto es brutal. La envidia, la depresión y la frustración están a la orden del día. Los productos milagro en realidad lo que nos venden son vanas esperanzas. ¿Y el ser en dónde queda? ¿Debajo de una capa de corrido maquillaje?

5 comentarios:

francissco dijo...

"y el Ser donde queda..."


Buuf, la pregunta del millón. Nos convencen por todas partes, mires por donde mires, de que la imagen lo es todo con lo cual, al aparecer una simple arruga o michelín perdido, somos capaces de pillar una crisis existencial.

Y el "ser" es una cosa que la cultura actual no parece desear que encontremos. Lo que vende es el parecer, ale, toma frasecita, si no la suelto reviento, ja, ja

Les interesa acomplejarnos en todos los anuncios para que nos veamos feos y compremos cremas, que mira que tienen mala idea. Bueno, te dejo, voy a ponerme la hidratante, que si no se me hace cara de lagarto...

Odiblo dijo...

Que curioso estoy escuchando a Dominique Peralta hablar casi del mismo tema, aunque ella comenzo con la premisa de ¿por qué el hombre piensa solo en sexo?, pasando por la idea de que la mujer busca un hombre, para satisfacer todas sus necesidades y, el hombre busca varias mujeres y satisfacer una necesida, son cosas de la biología basica.

el ser humano, cuando comienza a razonar, usa lo anterior para bien o para mal, causando las consecuencias que se tienen hoy en dia.

bye

Clau dijo...

Las consecuencias de este afán de perfección corporal estereotipado que nos venden ciertamente llegan a ser tan penosas como irreversibles.

Un saludo.

Pily dijo...

Y lo peor de todo es que cada ves comienzan esos "traumas" y prejuicios en chicos de muy corta edad.

Me acuerdo que cuando yo iba en la secundaria no concí a nadie que fuera anoréxica o bulímica, o se hablara de dietas y cirugías.

Pilar Alberdi dijo...

Una nota muy interesante y lo mismo los comentarios. Lo que dice la joven drogadicta a Gia es la superficie de un trasfondo que se creó en la niñez por falta de una autoestima sana que deberían haberle generado los adultos que la rodeaban.Decía Oscar Wilde: «Si queréis niños buenos, hacedlos felices». En una sociedad como la que estamos viviendo y donde vemos «normal» unos estilos de vida casi imposibles en que los padres viven trabajando o no tienen tiempo para nada... Es también «horriblemente normal» que los jóvenes y no tan jóvenes carguen con este tipo de sentimientos de frustración, incompentencia, inutilidad, etc. Quiero decir con esto que donde habría que corregir es en la base que genera todo esto, y ahí ya hablaríamos de diseño político, económico, familiar, etc. Pero no quiero extenderme.
Un saludo.
Pilar Alberdi