El tiempo, ese inasible concepto en el que se nos va la vida, es en realidad un verdadero merequetengue cultural en el cual es preferible no entrar demasiado en detalles si no quiere uno acabar mareado. Pero como a mí la tripodología felina me encanta, dedicaré un poco de tiempo para hablar del mismo.
El día, con sus segundos, minutos y horas se lo debemos a los sumerios, que gustaban de contar en el sistema hexadecimal y estaban muy cómodos dividiendo las cosas en múltiplos de 6; pero lo mismo podríamos haber tenido como base una división por 3, por 57 o 49.2, a fin de cuentas se trata de un parámetro tan arbitrario como cualquier otro. De ahí nos podemos pasar a la semana, cuyo sistema de medida ya no tiene nada que ver con las manías sumerias, sino con los ciclos lunares. Los nombres de los días son otro bonito amasijo de costumbres antiguas, pues cada uno estaba dedicado a un dios, y dependiendo del idioma cambia la deidad y hasta la mitología. Por ejemplo el martes, dedicado a Marte para los latinos y a Thor para los normandos, anglosajones y anexos.
¿Y la cosa de los meses? Bueno, ahí se pone más interesante, ya que el único mes que sigue el calendario lunar es febrero, de ahí en fuera los demás son un bonito caos de días más, días menos; que con eso de lo arbitrario de las horas y tal, cada 4 años hay que meterle un día más al calendario para volver el año bisiesto, pero recordando que si termina en 0 y es divisible entre 400 si aplica, de lo contrario al año lo dejan tranquilo. O al menos eso entendí cuando me explicaron. Y si nos metemos con los nombres de los meses es otro caos, ya que estaban basados en el calendario romano, pero como los Césares eran un poco ególatras Julio y Augusto metieron el desorden, además de la inserción casual de meses que hace que Septiembre en vez de ser el séptimo, como su nombre lo indicaba, acabase siendo el noveno mes del año.
¿Hablamos ahora de los años? Bueno, aquí tenemos otro bonito ejemplo de arbitrariedades, ya que el calendario actual occidental ha sufrido varias reformas debidas a los Papas del pasado; con tan mala puntería que Cristo no nació en el año cero de su era, sino algunos añitos antes. ¿Pero quién se fija en detalles? Total, según dicen los estudiosos en realidad deberíamos andar por el año 2015 o algo así. Pero claro, eso sólo en el mundo occidental, que los señores musulmanes tienen su propio calendario y el año de la Hégira difiere un poquitín del nuestro, la friolera de 600 años si mal no recuerdo. Por su parte los chinos llevan una cuenta muy diferente y van de acuerdo al nacimiento de Buda, así que van unos miles de años más lejos que nosotros. Y dicen las malas lenguas que los japos tienen su propia cuenta que nada tiene que ver con las anteriores; el primer avistamiento de Godzilla, probablemente. ¿Y cuándo comienza el año? Bueno, pues para nosotros en Enero, para los chinos en Febrero, y para los de Hacienda en Marzo, al menos en México.
Y si ustedes me disculpan, y si no también, me voy a la cama a tratar de conciliar el sueño y mantener mis ciclos circadianos medianamente ordenados. Que en éste huso horario son las 2 de la mañana. Otro día, si hay ganas y tiempo, con gusto haré bolas al personal con mis enredadas explicaciones sobre los susidichos husos horarios.
1 comentario:
jajajaja...ociosa.... y el año celta empieza el 1o. de noviembre y el calendario maya acaba el solsticio de invierno de 2012...que cosaaas no?
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