viernes, octubre 28, 2005

¿No me da mi calaverita?

Con esa singular pregunta los niños de la Cd. de México y alrededores acostumbran a salir a pedir dulces o dinero en el día de muertos, tal vez emulando a nuestros vecinos de USA con su famoso Treat or Trick. En el norte de este país, sin embargo, he tenido oportunidad de ver otra versión, donde los chiquillos recorren las calles cargando una sábana con un muñeco en el centro, donde la gente les deposita golosinas y monedas mientras ellos arrullan al "difunto" al son de un pregón que dice así: El muerto quiere camote, o sino se le cae el bigote, o bien el muerto pide una ayuda para la viuda.

Es que el día de muertos se celebra de forma especial en este país, gracias al sincretismo de las diferentes culturas que se fundieron a lo largo de los siglos. La muerte es parte natural del ciclo de la vida y constantemente se le recuerda, a veces de forma trágica, a veces cómica. Así que es normal encontrar imágenes festivas en torno a la misma, como los famosos grabados de José Guadalupe Posadas y su célebre Catrina, un esqueleto vestido como una mujer rica de su época, ya que a los ricos se les denominaba despectivamente como catrines.

Junto con las imágenes festivas de los esqueletos, se suelen hacer rimas cómicas acerca de gente famosa, acontecimientos importantes, o para las amistades y seres queridos. A este tipo de rimas se les denomina calaveras, y muchas veces pueden resultar incomprensibles para la gente que se halla fuera de contexto, ya que en ocasiones son demasiado localistas, al centrarse en aspectos muy personales que solo los allegados reconocen.

Otra costumbre local es regalar calaveras de azúcar con el nombre de la persona que la recibe escrito en la frente. Porque uno debe estar preparado para la muerte, y al comerla en forma de dulce se le acepta.

Ah, claro, y también tenemos la archireconocidísima tradición del altar de muertos y toda la fiesta que conlleva, porque los muertos no son olvidados, sino que tienen un lugar especial, y año tras año se les invita a compartir los alimentos y celebraciones con los vivos. El altar se coloca sobre una mesa, de preferencia un templete con diferentes niveles, donde se colocan las fotos de los difuntos a los que se dedica. Es en este altar donde se coloca la ofrenda, que consiste de alimentos varios, bebidas, golosinas y cigarros, los favoritos de los muertos; también se colocan veladoras, y flores de muerto. La ofrenda se coloca la víspera del 1° de noviembre, y se retira el 3, una vez que han consumido su esencia los espíritus (los niños el 1° y los adultos el 2 de noviembre). Hay gente que va a los cementerios a realizar el convivio sobre las tumbas, directamente, llevando alimentos, flores, copal (resina típica que se quema como ofrenda) y música. Así, no es raro pasar por los panteones y ver miles de veladoras ardiendo, gente atareada limpiando las tumbas, y un sin fin de parloteos, música de mariachi (con mariachis en vivo) y, en ocasiones, los llantos de los deudos recientes.

En fin, estas son fechas de celebración, más allá de la asimilada festividad del halloween, un pretexto más para disfrazarse, en México tenemos una rica tradición subyacente que no se pierde, pues para celebrar la vida es necesario reconocer a la muerte.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Tu crónica me recuerda a El árbol de las brujas, de Bradbury. Nel ¿sabías que los ngui-nguo de Papúa Nueva Guinea iceneran a sus muertos y ponen sus cenizas en los capuchones cubrepenes de sus jóvenes imberbes?..