domingo, agosto 20, 2006

Una visita al cementerio

Hace unos días pasé frente al centenario Panteón Francés, y sentí el impulso de entrar en él, contemplar los monumentos de piedra, metal y concreto que representan los diferentes estilos de la época en que fueron erigidos. Muchos de ellos representan claramente el dolor y cariño de los deudos, otros más bien son representaciones de ostentación y poder que ha de mostrarse aún más allá de la muerte.

Basta echar un vistazo a los nombres de algunas grandes criptas familiares para reconocer apellidos aún resonantes hoy en día, y resulta lamentable ver, en muchas ocasiones, la degradación y el olvido al que se han visto condenadas las edificaciones de esta necrópolis. Algunos de esos monumentos hercúleos mostraban vidrios y cerraduras destrozados, mamposterías corroídas por el paso del tiempo, incluso árboles creciendo en las almenas de rebuscadas torres que coronan la imponente gloria de un tiempo perdido.

Saliendo de la avenida principal es posible caminar entre criptas y sepulturas de menor tamaño y estilos menos ostentosos, donde se aprecia arte más barroco y sentimental, expresiones de afecto de todo tipo y época. Llama la atención lo mal que han sobrevivido las edificaciones de arte pop, donde se conjugan formas minimalistas, curvas, con arcos esbeltos que por su misma escasa sustancia se han ido desbaratando. Bien dicen que algunos estilos de arte son bastante efímeros.

A lo largo de innumerables pasillos contemplé los ángeles regordetes, las lánguidas mujeres y los santos y apóstoles haciendo guardia ante viejas sepulturas; ocasionalmente una tumba mostraba signos de color, al haber sido creada para contener en su parte superior un pequeño jardín, que aporta algo de vida en el medio del santuario de la muerte.

El sentimiento
Como mucho de lo que hacemos en vida, los monumentos fúnebres y aquellos pequeños tributos que les aderezan dicen mucho de la persona que ha sido sepultada, así como de aquellos que le rodeaban y la época en que le tocó fallecer. Por ejemplo, había una tumba con un cartel en forma de guitarra eléctrica, donde los amigos del difunto hablaban de su banda de rock y el hueco que dejaba el chico en sus vidas.

Como siempre, las tumbas más conmovedoras suelen ser aquellas que albergan infantes, ya que la pérdida resulta más dificil para los padres. Y es en este tipo de tumbas donde se encuentran pequeños jueguetes, o incluso un "nacimiento" (belen) colocado dentro de una cripta. Tampoco es raro encontrar algun oso de peluche, o alguna pieza de vestir que jamás será estrenada, haciendo guardia solitaria en el sepulcro.

De vuelta a la realidad
A la salida del panteón, el choque con la vida cotidiana resulta brutal, tras horas de pasear en silencio, al frescor de los árboles, entre miles de sepulturas que conmemoran la memoria de quienes han dejado este mundo y nada saben de prisas ni relojes, encontrarse con el muro de motores, claxonazos, prisa y conglomeraciones de una gran urbe me ha hecho apreciar la belleza de un lugar consagrado al descanso y la memoria, aunque en muchos casos la memoria tan sólo sea piedra, polvo, un nombre y una fecha que a nadie dicen nada ya.

5 comentarios:

Lilith dijo...

Puede resultar bello por su paz, pero lo cierto es que yo no podría dar un paseo por un camposanto, me cargaria de demasiada tristeza...saludos

Samuel dijo...

Es una actividad buena y recreativa...mmm para uno ismo claro, espero compartir alguna vez un paseo como este, aunque por acá lo he hecho muy seguido, en el ilustre panteón local.

Saludos y Chido

Fran Ontanaya dijo...

A mí de pequeño me fascinaban los cementerios. Son un laberinto de historias medio olvidadas, un almacén de recuerdos que, salvo que seas un conocido, sólo se pueden recuperar con la imaginación... como Hamlet cuando habla de Yorick y de Alejandro Magno.

vitalis dijo...

El cementerio francés de la colonia Roma es uno de mis lugares de paseo favoritos; tiene alguna de las tumbas más hermosas de la ciudad y está a la vuelta de mi casa...
Es especialmente hermoso porque es muy antiguo y tiene ese extraño aire de melancolía; es como "el jardín secreto"; como si abrieras una puerta escondida en la pared y de repente te encontraras en otra realidad...Es curioso que, a pesar de su antigüedad hay mucha gente joven enterrada en él, en realidad el lugar entero es como una paradoja que desafía al tiempo y al espacio...

Anónimo dijo...

A mí no me gustan los cementerios, porque son definitivos. Allí no hay nada provisional, todo ha sucedido ya.

Eso sí, no hay sitios que derramen más paz y cuando se anda con el alma turbulenta, pueden ser hasta un buen tranquilizante.

El enterramiento de la foto pequeña del principio es una preciosidad.

Besos