Hay veces que una no puede evitar el pensar que debe ser muy triste para un creador el pensar que algún día, si llega a alcanzar la fama, su nombre servirá para bautizar calles, bibliotecas o alas de museos, rotondas, premios y, por supuesto, mascotas.
Ni más ni menos, el perro de uno de mis amigos se llama Dalí, el de mis vecinos Kafka, y mi gato Molière. También los hay que les ponen nombres de estrellas de cine o personalidades históricas a sus compañeros. Así, mi primo tenía a Marylin y a Cleopatra, 2 preciosas mininas. Estan los siempre clásicos Kaiser y Nerón para los perros más feroces. Ah, y no olvidemos los nombres de personajes, desde los más clásicos como Melkor o Gandalf; hasta los que bautizan con el último programa de moda, como Bob Esponja.
Qué triste destino el del creador.
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