Ese excelente slogan de la involuntáriamente cómica Alien VS Predator se repite una y otra vez en mi cabeza cada que hay alguna movidita en esta Ciudad de los Imecas. Ayer mismo, durante la forzosa vigilia a que nos sometieron los fanáticos pamboleros, esta frase rebotaba en mi cerebro, al ritmo de los claxonazos emitidos por los borricos motorizados que no tienen conciencia de la hora ni el lugar, pues no me salva de la sinrazón el vivir frente a un hospital. Ayer fue un partido de futbol bastante importante, para aquellos que gustan de ese deporte, y al hacerse con el triunfo uno de los dos equipos, como si hubiese opción a que se quedaran empatados, salió la marabunta a festejar a punta de claxonazos.
Es de suponer que el pobre Ángel de la Independecia se vió una vez más acorralado por los hinchas correspondientes que decidieron celebrar el triunfo de su equipo, quién quiera que haya sido. Y, mientras la muchedumbre de fanáticos alterados bailaba la danza del triunfo a ritmo de claxonazos, esa pobre Victoria Alada deseaba por todos los medios poderse arrancar del pedestal y salir volando.
Lo dicho, ni idea quién jugó contra quién, y mucho menos quién se llevó el triunfo. Claro que a las 12 de la noche, en domingo, eso no resulta demasiado importante pues, gane quien gane nosotros perdemos.
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