He aquí que el año ha comenzado, quedan 363 días por delante para gastar o malgastar al gusto del consumidor. Todo un año reluciente y lleno de posibilidades, sueños, esperanzas... Hay quienes lo iniciaron con una lista de propósitos que muy probablemente se queden en el camino, como las decenas de entusiastas que me encontraré hoy en la tarde en el gimnasio atiborrando las clases y el área de aparatos, para irse desvaneciendo paulatinamente conforme lo hagan sus sueños guajiros de mantenerse en línea.
Año nuevo... ¿vida nueva? No se, no creo. ¿Será que el cambio de una hoja en el calendario, o en la agenda, o el cambio de calendario y agenda hagan una gran diferencia? A fin de cuentas, seguimos siendo los mismos de siempre, con las mismas virtudes y los mismos defectos. Y es que, como decía la Rice en boca de Lestat Superstar: "La gente no cambia con el tiempo, se vuelve más ella misma".
Y es que los humanos somos muy simbólicos, nos encantan esos ritos de transición para decirnos que hay borrón y cuenta nueva, que esta vez todo será diferente, y nos lo decimos con tanto convencimiento que hasta nos lo creemos. Sin embargo, hace falta mucho más que un cambio de cifra para hacer un cambio real de vida, ya que los problemas que traemos cargando siguen presentes, las enemistades no cambian por habernos atragantado doce uvas al ritmo frenético de las campanas, y las deudas de tooooooodos los regalos y chorradas varias que compramos en el medio del frenesí navideño siguen presentes.
Quizás era mejor, en cuestiones de ritos de transición, la celebración del fuego nuevo de los antiguos aztecas, que cada 52 años destruían todas y cada una de sus herramientas y ropas, pues el ciclo de vida del sol había concluido, y había que esperar a la renovación del mundo, con el temor de que tal vez el fuego que haría recomenzar al mundo no encendiese y nunca más saliesen de las tinieblas. Una vez que el gran sacerdote lograba hacer renacer el fuego, se renovaba la esperanza, y ese fuego nuevo era compartido y repatido para iluminar los hogares y las vidas de los habitantes del imperio que, al despuntar el alba, comenzaban a construir los nuevos implementos para continuar sus vidas con una esperanza renovada. Y digo que este rito me parece más significativo por ocurrir una vez cada 52 años, o lo que es lo mismo, cada 624 meses, una cifra realmente larga, que podía significar que muchas personas jamás viviesen ese rito teniendo una vida relativamente larga.
Como sea, el año ha comenzado. Inicia la cuenta regresiva, aunque de momento el fin del ciclo nos parezca muy lejano. Por mi parte, espero que este año sea mil veces mejor que el que he dejado atrás pues, al menos en mi caso, si se cumple lo de año nuevo, vida nueva. Feliz retorno a la realidad.
3 comentarios:
Feliz año a ti también, me imagino que sea por mi estapa estudiantil, pero para mi los "ciclos anuales" comienzan en septiembre y no en enero, es decir la época de nuevo ciclo, buenos propósitos,.... es a la vuelta de las vacaciones de verano.
Uhms pues yo si me he aplicado lo de Año nuevo vida nueva....y creo que será una frontera psicologica pero el caso es que todo ha quedado muy atrás...Besotes!
Me alegra que todo quedase atrás, Eli. Animo, que hay mucho por vivir. Y que este año nos pinte mejor.
Fidel, no me hagas envidiarte mas.
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